martes, 13 de octubre de 2009

CRÍICA AL ANTIGUO RÉGIMEN

Nuestra Constitución está muy viciada; nuestros tribunales apenas sirven; los cuerpos del derecho se aumentan y se disminuye la observancia de las leyes. La agricultura clama por una ley agraria y, sin embargo, de lo ejecutivo de la enfermedad van pasando ya diecinueve años en consultas, y es de creer que la receta saldrá después de la muerte del enfermo. […] La libertad civil gime en una mísera esclavitud y los ciudadanos no tienen ninguna representación; las capellanías, obras pías y los mayorazgos crecen como la mala hierba, y es de temer no quede un palmo de tierra libre en el reino; a cualquiera le es permitido encadenar sus bienes y la mayor parte de las fincas están en manos muertas; el todo de las contribuciones reales, eclesiásticas y dominicales, sin contar las que pagamos al extranjero en la balanza del comercio pasan de dos mil millones, cuyo mayor peso carga sobre un millón escaso de agricultores medianos. Los holgazanes son más de seis millones, de los nueve y medio en que se regula nuestra población. Oficinas y empleados hay tres veces más de lo que se necesitaría. El Erario está empeñado. La potestad regia está descuartizada como los ajusticiados. Yo comparo nuestra monarquía en el estado presente a una casa vieja sostenida a fuerza de remiendos, que los mismos materiales con que se pretende componer un lado, derriban el otro, y solo se puede enmendar echándola a tierra y reedificándola de nuevo, lo cual en la nuestra es moralmente imposible, pues como un día me dijo el señor conde de Floridablanca: «Para hacer cada cosa buena es necesario deshacer cuatrocientas malas» […]. Aunque no niego que la emigración a las Américas, las guerras y los malos años hayan también coadyuvado […]. El primer paso sería el simplificar el gobierno cuanto fuere dable; alargar la libertad del pueblo cuanto dictare la prudencia; desencadenar todos los bienes raíces; aminorar o extinguir los privilegios heredables y hacer obedecer las órdenes que se expiden […]. Con esto la España mudaría de semblante sin necesidad de las costosas y complicadas operaciones que proponen Ustáriz, Ward y Arrequibar…
V.M. perdonará si me he excedido en algo, pues ya sabe que ignoro la lengua de la adulación y la mentira. 26 de enero de 1786.

León de ARROYAL, Cartas político-económicas al conde de Lerena, 1786

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