martes, 13 de octubre de 2009

FRANCIA Y LAS COLONIAS BRITÁNICAS

Inglaterra no puede prescindir de las colonias, pues sin colonias no hay comercio, sin comercio no hay marina y sin marina Inglaterra no pasaría de ser en Europa una potencia de tercer orden.
Como consecuencia de la defección de sus colonias en el continente americano, Inglaterra se ve reducida a sus posesiones en las Antillas, a su extenso asentamiento en Asia y a sus factorías de África. […] Sus posesiones asiáticas constituyen para ella una fuente inagotable de riquezas, pero su intercambio comercial queda limitado a artículos de lujo, no proporciona salida alguna a sus objetos manufacturados nacionales y no utiliza para ello más que un menguado número de barcos y de marineros. Otro tanto sucede con sus factorías de África […] y la trata de negros que allí practica no tiene valor más que en la medida en que posea extensas plantaciones por cultivar allende los mares, en América.
Es esa necesidad imperativa de poseer inmensas colonias que dependan de la metrópoli, que absorban sus productos manufacturados y que den trabajo a un inmenso plantel de marineros, lo que ha obligado, hasta ahora, al gobierno inglés a adoptar esa postura tan ciegamente obstinada de mantener a toda costa bajo su yugo a los insurrectos. Es precisamente esa necesidad, experimentada por la nación entera, la que la impulsa a realizar, hoy en día, ingentes esfuerzos y en la que se halla el origen del espíritu de animosidad que, excepción hecha del partido de la oposición, impera en contra de sus colonias sumidas en la rebelión.
Si la pasión no tuviese por efecto enturbiar el sereno entendimiento a la hora de reflexionar, el gobierno inglés hubiese, ante todo, examinado con detenimiento la naturaleza de sus colonias del continente americano. Se hubiese percatado de que no era la misma que la de las demás colonias europeas, que la de las Antillas, por ejemplo, donde un reducido número de blancos sin enjundia y enervados domina a un gran número de negros y requiere de continuo la protección de tropas extranjeras; donde el país, al no producir más que artículos de lujo, depende totalmente de Europa para todas las necesidades de la vida. […] Las condiciones de vida reinantes en las colonias inglesas del continente americano son completamente distintas: son colonias agrícolas y
pobladas en su mayor parte por hombres libres; proporcionan a profusión todos los artículos de primera necesidad y asimismo muchos otros que sitúan a la metrópoli en un estado de dependencia con respecto a ellas. Si esta, a su vez, las hace depender de ella a través de sus manufacturas es mediante leyes forzadas y prohibitivas que se sacudirán esos nuevos territorios, recobrando su libertad, construyendo manufacturas del mismo estilo para las cuales poseen además las materias primas en su propio seno, y otorgando a todas las naciones el libre acceso a sus puertos. Así pues, semejantes colonias están indefectiblemente destinadas a formar, el día de mañana, un Estado independiente de Europa […].

Memoria del Duque de Broglie al rey Luis XVI, febrero de 1776

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